viernes, 22 de agosto de 2008

You’re “Blowin' in the Wind” now

a ti y a toda la comunidad reyrojina. (preferiblemente escuchar bob dylan)

EL dolor que he tenido estos días ha sido muy grande, pero también se nos fue un grande, mi magnífico director, mi querido profesor, mi amigo, el gigantesco Constantino.

No pude ver tu rostro, ni en tu velorio ni en tu funeral, necesitaba despedirme de ti. Hace pocos minutos leí un post sobre tu partida, este no era de nadie más que de mi cuñado, tu ex-alumno. Y recién al momento de leerlo pude descargar mis ojos cargados. Estaban llenos de rabia, de pena, de muchas lágrimas. No los había podido vaciar por completo, solo unas pequeñas gotas que surgieron varias veces al darme cuenta que te habíamos perdido. El post de verdad me tocó, me sentí muy identificado, creo que cualquier alumno reyrojino de verdad, hubiera sentido lo mismo.

Constantino te escribo ahora yo también para despedirme de ti, porque creo que de otra manera no lo podría hacer:
Carvallo, has sido un ejemplo para mi y para muchos. Admiro, tu constante lucha por sacar la educación del país adelante, por tratar sacar el país en sí adelante, por defender tus ideales hasta el final sin importar nada, tu pasión por educar, la pasión que compartíamos por el saber, por el cine y por el mejor equipo del Perú. Nunca te rendías, aceptaste a miles de sinvergüenzas que nadie daba ni un real por ellos, y tú en tu colegio los aceptaste y los educaste (o por lo menos lo trataste). No creías en las barreras sociales e hiciste del colegio un lugar donde encontrabas a gente de todo tipo, aprendimos muchos a no discriminar, nos enseñaste a no molestar por ningún motivo, tus discursos moralistas nunca acabaron, cuantas cosas nos enseñaste. Nos hiciste crecer en un lugar diferente, en un lugar mejor, creaste un sentimiento, una forma de ser, una comunidad.

Pacifista de aquellos, filósofo, lector empedernido, cinéfilo, gran educador.

Las palabras no me están saliendo como quisiera pero igual necesito hacer esto.

Nos enseñaste tantas cosas a tantos, aprendí a ser un mejor ser humano, muchos lo hicimos, nos has dejado una huella totalmente visible, palpable, Constantino de verdad haz trascendido de una manera inimaginable.

Tus clases, tu ironía, tu risa, tus ojos.

Tenías la capacidad de hacer que un alumno se orine de miedo o de risa, de enternecer a uno o de aterrorizarlo. Los recuerdos que tengo tuyos son demasiados como para hablar de cada uno, simplemente los guardaré preciadamente.

Recuerdo que me dijiste después de un incidente y una confusión, que la opinión que tenias de mí era la mejor posible, que era el ejemplo del alumno reyrojino y que si hubieran más personas como yo en el mundo, probablemente cambiaría, siempre voy a cargar con ese peso, y ojala siempre sea lo que querías para el mundo, lo trataré pero siempre siendo yo, haciéndolo a mi manera, creciendo, cambiando.

Me dabas paz, cuando estaba cerca de ti me sentía seguro de toda la mierda de este mundo. Hubieron dos intereses que nos acercaron más: el cine y la filosofía; compartimos películas, debatimos acerca de ellas, nos recomendamos mutuamente, me mostraste al magnífico kaurismaki; y la filosofía, entrando a quinto mi interés creció enormemente, y tu estabas ahí para instruirme, para acompañarme en mi búsqueda, para conversar.

La bondad irradiaba de tus ojos pacientes. Cada vez que compartía tiempo contigo, sentía aprendía algo. Nuestras esporádicas conversaciones me satisfacían de una manera increíble, te admiraba, se me perdían los recreos conversando contigo, y como el tiempo vuela Constantino, como vuela.

Creo que si no acabo este texto acá nunca lo haré, así que adiós gran hombre, adiós.


En el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos.

Adrian León Lostaunau


1 comentario:

Anónimo dijo...

Llorar trankiliza el alma, haslo ahora o mas adelante quedaras ahogado en un increible vacio de sentimientos. Enojate, recientete, grita...